Sus padres -Antonio y Anunciata
del Búfalo- le pusieron los nombres de los tres reyes magos pero usaba solo el
de Gaspar. Su padre era también de Roma y se ganaba la vida como cocinero en el
palacio del Príncipe Alieri. La pareja tuvo dos hijos: Gaspar y Luis.
Al parecer durante su niñez
contrajo una grave enfermedad de la que salió librado, según él mismo afirma,
por intercesión de san Francisco Javier. Esto motivó que en la congregación que
fundaría poco después se venerara a este santo como patrono celestial.
Fue admitido a la tonsura en 1800
y ordenado sacerdote en julio de 1808. El 8 de diciembre de ese año realizaba
su ministerio con el Padre Francisco Albertini con quien fundó la Archicofradía
de la Preciosa Sangre en la Iglesia de San Nicolás in Carcere, Roma.
Ese mismo año las tropas de
Napoleón invadieron Roma y obligaron a los religiosos a prestar juramento de
lealtad al militar francés. Gaspar no quiso jurar y respondió a los soldados
con una frase ya célebre: "No puedo, no debo, no quiero". Por ello,
fue exiliado a Piacenza a unas 250 millas de Roma. Allí volvió a enfermar con
un mal que no lo dejaría hasta la muerte. Después fue trasladado a Bolonia y
recluido en diversas cárceles hasta 1814 por la caída de Napoleón.
El 15 de agosto de 1815, Gaspar
comenzó la Sociedad de la Preciosa Sangre (C.PP.S.). La fundación tuvo lugar en
la Iglesia de San Felix en Giano, una ciudad al norte de Roma. Entre los
cofundadores célebres cabe mencionar a los Padres Bonanni, Giampedi y Albertini
(que luego fueron ordenados obispos) y Merlini (quien sucedió a Gaspar al
frente de la congregación).
Luego se entregó a una obra
misional incansable especialmente entre los masones, los bandidos y
delincuentes.
Cuando murió en 1837, la
congregación contaba ya con 15 casas. Fue beatificado en 1904 por el Papa Pío
IX y canonizado por el Papa Pío XII en 1954. La liturgia católica lo recuerda
el 21 de octubre.
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